Todos necesitamos un poco de "esta sabiduria"
Gentileza de FCCM
Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad desistí de hacer grandes planes y abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una aliada valiosa. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.
Charles Chaplin
Sucedía un año atrás
Nos cocinan y nos comen
En esto de lanzar ideas como dados en una timba, al gobierno se le fue la mano y se despachó esta semana con el anuncio de dos decisiones en el campo tributario que tendrán consecuencias impredecibles: mayor flexibilización del secreto bancario para acentuar los controles en materia impositiva y pasar del criterio territorial al universal como ámbito de recaudación.
¿Hay alguna vinculación entre ambas iniciativas? En apariencia sólo coinciden en que modifican reglas del sistema tributario que operan a distintos niveles y que su propósito común es recaudar más. Pero a poco que se afine la observación de como ha transcurrido el relacionamiento del nuevo gobierno con los países vecinos, nos invade cierta alarma -por lo menos una legítima sospecha- de que la realidad vaya más lejos y apunte a agregar otra dolorosa concesión del gobierno argentino de los Kirchner que, ésta sí, podría ser funesta para el país. Pero vayamos por partes.
El secreto bancario, en la legislación vigente, puede ser levantado por la justicia en los casos de denuncia fundada de defraudación, presentada por la administración. Ahora se amplía y la administración podrá pedirlo -lógico que para casos específicos- simplemente con fines de fiscalización. Es un paso conceptual importante que aleja la protección del secreto del campo penal y la certeza de la ley y lo deja librado casi exclusivamente a la discrecionalidad del hombre (la administración). El argumento es que se han firmado tratados con otros países para escapar de la lista gris de la OCDE, que da esas ventajas a sus administraciones. Puede ser, aunque muchas veces los argumentos lógicos sirven para ocultar motivos verdaderos, que no se quieren admitir. Ya lo veremos.
Recordar la abundancia de declaraciones hechas por gente de este mismo gobierno en cuanto a la defensa del secreto bancario es una pérdida de tiempo. No podemos olvidar que estamos bajo el imperio del "como te digo una cosa, te digo la otra". Y lo que podía ser festejado como una "ocurrencia" en la campaña electoral, se vuelve alarmante cuando se hace realidad desde el gobierno y afecta la credibilidad de un país, sus seguridades jurídicas.
La segunda modificación al sistema tributario es la que consideramos puede tener mayores consecuencias. Hay un indudable sustento de justicia en su implementación porque extiende la aplicación impositiva a los depósitos fuera del país. Y, si pagan los de acá ¿por qué no deben hacerlo los que están en el exterior? Pero lo cierto es que las experiencias en países con perfiles similares al nuestro dicen que, más allá de las dificultades para efectivizar su cobro -se eligen países blindados-, el nuevo criterio no impedirá la salida de recursos sino que su efecto será cerrar las puertas a todo posible reingreso. El uruguayo que haya resuelto invertir en el exterior, lo ha hecho por consideraciones de beneficio personal (mayor seguridad por ejemplo). La medida anunciada no le cambiará el razonamiento. Por el contrario, le confirmará la decisión.
Y una segunda reflexión. Si el gobierno uruguayo abandona el criterio de territorialidad y reclama su jurisdicción universal sobre los capitales uruguayos, allí donde estén, ¿con qué derecho se podrá oponer a que otros países apliquen el mismo criterio y exijan gravar los depósitos de sus ciudadanos que se encuentran en nuestro país? Concretamente: la gran obsesión de Argentina desde hace años -acentuada en los últimos- es que Uruguay le proporcione información sobre los ciudadanos de ese país que tienen depósitos en el sistema bancario nacional. ¿Qué hará ahora Uruguay? ¿Le dirá que lo que para nosotros está bien, para ellos no?
Allí está el presidente del Banco Central, Mario Bergara, no descartando que se vaya a negociar este punto con Argentina. Allí está el titular de la AFIP -la DGI argentina- que aplaude las medidas y regodeándose apunta a que "avanzar en los acuerdos con Uruguay nos permitirá llegar a niveles récord de recaudación". ("El Observador", 27/5).
El Presidente José Mujica dijo hace algunos días, saliendo al paso de las críticas sobre el nuevo relacionamiento con el gobierno K, que "los pueblos no comen orgullo". Puede ser cierto, pero no hay ninguna duda que el orgullo, la dignidad, evita que los cocinen y los coman. A todos.
El País Digital