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EL DIOS DE LO IMPOSIBLE

EL DIOS DE LO IMPOSIBLE
“LAS COSAS LLEGAN CUANDO TIENEN QUE LLEGAR” - “DIOS te amo y te necesito, estás en mi corazón, bendíceme y bendice a mi familia, mi hogar, mis amigos y enemigos (porque de ellos también aprendí), guarda mis bienes espirituales, mis sueños y proyectos, sé mi abogado y ejerce tu sabiduría para defenderme de los problemas que padezco. Protégeme de los males que me acechan y aleja de mí a aquellos que solo desean mi perdición. Hoy te pido me concedas la gracia de... (Decir el pedido) y me comprometo a difundir tu nombre y tu capacidad de escucha; en nombre de Jesús... Amén.” Cuando Dios te quita algo de tus manos no te está castigando, solo esta abriéndote las manos para que recibas algo mejor. El poder de Dios nunca te llevara donde la gracia de Dios no te pueda proteger. Algo bueno te pasara hoy algo que tú estabas esperando, por favor no te des por vencido. Repite estas 42 palabras: "Dios, Nuestro Padre, camina dentro de mi casa y llévate todas mis preocupaciones y enfermedades y por favor protege a toda mi familia en el nombre de Jesús. Amén."

miércoles, 8 de febrero de 2012

"Puedes cruzar montañas, océanos, superar tragedias, dificultades, responsabilidades, con solamente una cosa: Confianza en ti mismo."

Yogi Bhajan










Gentileza de


Vero







El espermatograma del abuelo.






El doctor le pide una muestra de esperma a un hombre de 85 años como parte de su chequeo anual, le da un frasco y le dice:


'Lleve este frasco a casa y tráigalo mañana con la muestra de esperma'


Al día siguiente el hombre de 85 años vuelve al consultorio del doctor y le entrega el frasco que se encontraba tan vacío y limpio como el día anterior.
El doctor le pregunta que pasó y el hombre le explica:


' Primero intenté lograr el cometido con mi mano derecha y nada.


Después traté con mi mano izquierda y aun nada.
Luego le pedí ayuda a mi esposa.
Ella trató con su mano derecha, después con su mano izquierda y aún nada.


Ella dijo, ya sé como. Probó con su boca, primero con los dientes puestos, después trato sin los dientes y aún nada.


Vino mi suegra y dijo, 'a mí me van a enseñar? Probó un buen rato en posiciones distintas y cada vez más estrafalarias y no hubo caso.


Incluso llamamos a Susi, la vecina de al lado, y ella también trató, primero con las dos manos, luego debajo del brazo y hasta apretando entre sus rodillas pero aún nada'.


El doctor estaba en estado de shock: 'Usted se lo pidió a su suegra y a su vecina?'.


Y el viejo paciente contestó:
'Sí Dr., ninguno de nosotros pudo abrir el frasco...



mal pensados...








Gentileza de PD


Qué hace un gallego corriendo y gritando por el campo?
- Sembrando el pánico.
¿Por qué los gallegos echan ajo en la carretera?
- Porque les han dicho que es bueno para la circulación.
¿Cómo reconoces a un gallego en un salón de clases?
- Es el único que cuando el maestro borra el pizarrón, él borra su cuaderno .
¿Por qué los gallegos hacen las ventanas redondas?
- Para que entre el sol.
¿Que sale de cruzar un gallego y una pecosa?
- Un dado.
¿Por qué los gallegos usan boina?
- Porque es "funda-mental".
¿Qué son un par de adoquines en la mesa de luz de un gallego?
- Una foto familiar.
¿Por qué los gallegos se tapan los ojos cuando se ponen crema?
- Porque dice "Nivea".
¿Qué hace una gallega tirándose del balcón de un octavo piso con las piernas abiertas?
- Está probando las nuevas toallitas femeninas con alas protectoras.
¿Por qué un gallego se abanica con un serrucho?
- Porque le dijeron que el aire de la sierra es más sano.
¿Por qué los gallegos ponen hielo sobre el televisor?
- Porque de este modo creen que pueden congelar la imagen.
¿Por qué los gallegos ponen escaleras a la orilla del mar?
- Para que suba la marea.
¿Qué hace un gallego corriendo alrededor de una Universidad?
- Una carrera universitaria.
¿Dónde anotan los gallegos a sus hijos recién nacidos?
- En ingresos brutos.
¿Por qué un gallego miraba fijamente el tetrabrick del jugo?
- Porque tenía escrito "Concentrado".
¿Para qué llega un gallego a una librería y pide un sobre redondo?
- Para enviar una circular.
¿Cuál es la única flor que no se da en Galicia?
- El pensamiento.
Un gallego camina por el Sahara en traje de baño. Un beduino lo mira asombrado y el gallego le dice:
- Voy a ir a nadar.
- ¡Pero si el océano está a mil trescientos kilómetros de aquí!
- Joder, pero qué playa tan grande!
La rubia pasa un semáforo en rojo y la detiene un policía gallego:
- Lo siento, oficial, es que soy daltónica.
- ¿Pero usted cree, que soy tonto? ¿Me quiere hacer creer que no hay semáforos en Daltonia?
En un pueblo gallego aparece Angelina Jolie en un Rolls-Royce. Se detiene en la plaza y le dice a uno:
- Tú..., ven conmigo...
Manolo sube y parten. Al rato vuelve el Manolo solo, conduciendo el Rolls.
- ¡Manolo, cuéntanos que ha pasao!
- Pues nada, que hemos ido al molino, nos hemos bajao del coche, la muchacha se ha quitao la ropa y me ha dicho: "Toma de mí lo que quieras"... ¡Así que me he traído el
coche!
- ¡Y lo bien que has hecho! ¿Para qué quieres tú la ropa si no tienes hermanas?
Dos gallegos se encuentran en la calle con una temperatura de 40 grados.
- Pero tío, ¿cómo vas tan abrigado con este calor?
- ¡Prescripción médica hombre: "mucha agua y "sobretodo" en verano!"













"Saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera, es siempre más duro." - Aldous Huxley






El Muro de los Lamentos.



Una reportera de CNN escuchó hablar de un viejito Judío, que había estado yendo a orar al Muro de los Lamentos por mucho tiempo, todos los días, dos veces por día...



Lo observó mientras oraba. Después de 45 minutos y cuando el viejito se estaba por ir, ella se acercó para hacerle una entrevista.



- "Discúlpeme, señor. Soy Rebecca Smith, reportera de CNN.

¿Cuál es su nombre?"



- "Moshe Cohen," respondió el hombre.



- "¿Por cuanto tiempo ha venido Ud., señor, al Muro de los Lamentos?"



- "Por alrededor de 60 años."



- "¡60 años! ¡Es asombroso! ¿Y por quién ó porqué reza?"



- "Rezo por la paz entre Cristianos, Judíos y Musulmanes.

Rezo porque terminen todas las guerras y los odios entre la gente.

Rezo para que los niños crezcan como adultos responsables, amando a sus semejantes."



- "¿Y cómo se siente Ud. tras estos 60 años?"



- "¡Como si le hubiera estado hablando a una pared!"






Habํa una vez
un perro tan inteligente, tan inteligente, que cuando le gritaban:
!Ataque!, el perro se tiraba al piso y le daban convulsiones.



Dos mujeres charlando:





-Mi marido es un ángel-
-¡Qué suerte!-
-El mío todavía vive-


La Argentina Insolente









En mi casa me enseñaron bien.
Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.

Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.






No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la Autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.

Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas.. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.

Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y
consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o “escuchar cuando los mayores hablan”.

Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.

Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente..

La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible.






El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo.
Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.

Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y
dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había
“travesuras” sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite).

El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.
Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un
ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.

Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.

Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.
Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una “Tercera Regla” no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:

Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase
responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.

Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó.. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.



El mal de los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:

- Pretender saberlo todo
- Tener razón hasta morir
- No escuchar
- Tú me importas, sólo si me sirves.

La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira.
Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.
Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.

Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?
Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar.

PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que
estamos dispuestos a respetar estas reglas.






Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.

Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.

Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.

Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada.
Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.

Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío.
Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento.

¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?
Espero no haber sido insolente.. En ese caso, disculpe.

Dr. Mario Rosen

(¿Sería muy insolente si le pido que lo reenvíe?)

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